martes, agosto 22, 2006

 

Pacto con el Demonio





"ES ASTRADA O YO"
Un cruce verbal entre el ex DT canalla y Horacio Carbonari, la cara visible del grupo inversor que arribó a Arroyito, fue el detonante de la salida del Negro. Una historia que muchos medios contaron parcialmente.
Por Aníbal Cabrera
La abrupta salida de Leonardo Astrada de la conducción técnica de Rosario Central mostró hasta dónde las decisiones que se toman en el club corren por cuenta del grupo inversor. El Jefe aseguró por todos los medios que lo consultaron que, como excusa a su pasividad, el presidente canalla Pablo Scarabino le dijo que no le quedó otra que “venderle el alma al diablo” por dos años para salvar la institución, algo que visto los acontecimientos de los últimos tiempos, parece difícil de refutar. ¿Pero qué cosa tan grave ocurrió para que Scarabino eligiera dejar ir a Astrada? ¿Qué pelea tan importante hubo para que Horacio Carbonari, la cara visible del grupo inversor (algunas voces inclusive dicen que aportó dinero para las operaciones realizadas), pusiera contra las cuerdas a la dirigencia para que optara entre él o el ex DT de River? Todas las versiones apuntan a un fuerte entredicho entre ambos, luego de que Petaco se enterara de que el Jefe había aprobado la llegada al club del ignoto paraguayo Héctor Vidal Sosa. Carbonari venía muy molesto por las declaraciones que Astrada había hecho públicas respecto a las incorporaciones de Central, fundamentalmente a las que más ruido habían hecho, como las de Paulo Wanchope y Christian González. Declaraciones que no parecieron antojadizas ni vertidas inocentemente, y que menoscabaron el valor de los refuerzos. Como se sabe, Wanchope y el Kily fueron las joyitas que vinieron bajo el brazo del grupo, y mientras los hinchas desbordaron de entusiasmo cuando ambos fueron presentados en sociedad, Astrada no disimulaba su fastidio. La llegada del costarricense fue aprobada por el Jefe, pero parece que rápidamente se dio cuenta que no estaba al nivel físico de los demás y por eso, antes del partido inaugural de la Copa en Rafaela, manifestó que “lo tiramos a la cancha para verlo en acción”. La frase “lo tiramos” fue difícil de digerir por Petaco, amigo además de Chope, quien en los minutos que jugó pasó desapercibido. Días antes, tras idas y venidas, el Kily González al fin firmaba para Central. Astrada muy suelto de cuerpo decía “no lo pedí”, una declaración difícil de remontar, más allá de que después dijera que expresó eso porque nunca pensó que un jugador de esa jerarquía pudiera arribar al club, teniendo en cuenta sus problemas económicos. Pero el Jefe sembró la semilla del enojo, y el sábado por la noche en Rafaela la relación con Petaco entró en un punto sin retorno. Astrada había pedido al principio de la pretemporada dos delanteros, dos defensores y un volante creativo. Ya tenía a Wanchope, a Ariel Garcé y a Darío Conca, y necesitaba un nuevo punta y otro marcador central. El arribo de un carrilero izquierdo como el Kily no figuraba en sus planes, porque ese puesto lo tenía cubierto. Por eso, pese las inversiones realizadas, se mantenía en sus trece. Ese sábado a la noche, el cuerpo técnico y los directivos compartían un asado. Ya Carbonari se había enterado de la llegada de Vidal Sosa, un marcador central del club 12 de Octubre de Paraguay, que según Astrada le fue ofrecido por Scarabino y que, tras pedir información al técnico de Libertad de ese país, Gerardo Martino, la aprobó. El arribo de Vidal Sosa sin el consentimiento del grupo inversor (además de la sospecha de que se trataba de un negocio del cuerpo técnico), sumada a la molestia por las frases del Jefe, puso tensa aquella reunión. Según algunos testigos de la misma, Carbonari le habría dicho a Astrada: “¿Seguís insistiendo con otros dos refuerzos?”, a lo que el Jefe le habría respondido: “Sí, para pelear arriba preciso dos refuerzos más”. Y Petaco, como al pasar, prendió la mecha: “Pero con este equipo, Don Angel lo saca campeón”. La frase resonó poco tiempo en los oídos del entonces DT canalla, quien recogió el guante y le contestó: “Perdoná, ¿vos cuántos títulos ganaste?”. La charla no tuvo retorno, como la relación Carbonari-Astrada, que el presidente Pablo Scarabino no pudo, no supo o no hizo nada por componer. Después de ganar la Copa Rafaela, Astrada se fue a Buenos Aires y, según dijo, nunca pensó que la pelea discursiva fuera irremontable. Petaco no pensó lo mismo y en la edición del martes de La Capital quedó bien en claro que el presidente canalla no pinchaba ni cortaba. “Es Astrada o yo”, habría dicho Petaco en una charla íntima, de la que también participó el Kily González. Cuando al volver a Rosario el Jefe leyó el matutino en San Nicolás, sabía que no había vuelta atrás. Y también montó su show de despedida, intuyendo que muchos hinchas preferían la seguridad que les brindaba su trabajo antes de la incertidumbre por el nivel de los rutilantes refuerzos. La llegada de Néstor Gorosito ya había sido acordada ese lunes. Lo demás ya es conocido, como la fractura que quedó en el plantel entre los niños mimados de Astrada (encabezados por Eduardo Coudet) y los que, a entender de estos, ayudaron a generar su partida. Así los resultados de las primeras fechas no sorprenden, ensombreciendo un comienzo de temporada que tanto pintaba color de rosas•





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