martes, agosto 22, 2006

 

Así en la tumba como en la cancha



Carcel y pelotas

Nos metimos en Coronda para vivir junto a los presos la pasión por la redonda. “El fútbol es una contención muy grande para los pibes”, dicen los reclusos.

Por Santiago Garat

Entrar a la cárcel de Coronda (o a cualquier cárcel) es una sensación realmente difícil de explicar. Y salir…muchísimo más.

“El fútbol es una contención muy grande para los pibes. Vos imaginate que acá estás todo el tiempo engomado y por lo menos con el fútbol te distraés, te cagás de risa un rato y aparte hace bien”. Jorge tiene voz grave y es uno de los más grandes, por eso cuando habla, el resto lo escucha. “El deporte es salud, eso lo sabemos bien, y por suerte ahora se está empezando a trabajar un poco más con ese tema. Después del desastre del año pasado (NdR: se refiere a la masacre donde murieron varios pibes, sobre todo rosarinos) es como que la cosa dio un vuelco y se empezaron a ganar espacios. Se organizaron un par de torneos, que se hicieron interminables (risas) pero con eso por lo menos los pibes tienen la mente ocupada en algo bueno, en algo lindo”. Mientras la pava hace equilibrio en el calentador (un ladrillo ahuecado en forma de serpentina con una resistencia que se pone al rojo vivo después de unir los cables, así, sin cinta ni nada) y el mate va de mano en mano, la charla sigue rodando…

“No sabés lo que son esos torneos. Yo soy director técnico y un día lo puse a éste (señala a uno de los más pibes) que no me avisó que no tenía los lentes de contacto. El arco estaba allá y pateaba para el otro lado, no veía nada el guacho (risas) ¡Si usa como 4,25 de graduación…es ciego! (carcajadas)”. El que arma el juego ahora es Osmar, más conocido como Sonrisa. Es el que más se ríe y el que hace reir al resto, y junto a Jorge son los responsables de haber logrado este espacio donde desde hace un tiempo se capacitan en computación. Además, llevan publicados dos números de la revista Ciudad Interna, que ellos mismos escriben y que ahora están empezando a diagramar. “Los pibes tienen patio cada tanto y lo aprovechan para jugar al fútbol, por eso estaba bueno lo de los torneos, porque jugaban seguido. Había árbitro, tarjetas amarillas y rojas, off side, todos los chiches. Se jugaba durante la semana (porque los fines de semana están las visitas, que acá es lo más sagrado que hay) en cancha de once y la verdad que salían unos partidos bárbaros ¿Si se ponían picantes? No, nada que ver, no pasa nada, está prohibido pelear y si te peleás vas en cana, así que…”.

Por un rato los puchos, o el tabaco y los papelillos, son de todos, hay que agacharse y agarrar nomás, igual que el pan que se tuesta (cuando no se quema) en los calentadores que además hacen las veces de fogón. “El fútbol, como cualquier deporte o como los talleres que se vienen haciendo son muy importantes acá, porque no hay nada peor que estar al pedo las 24 horas de todos los días del año. Y en realidad a los otros deportes mucha bola no se les da. Acá pusieron un gimnasio con barras y un par de aparatos y nada, ahora hicieron una cancha de básquet con piso y todo, y todavía no vi que alguien haga un doble. Es más, en el taller de deportes los profes lo único que pueden hacer es darles la pelota a los pibes para que jueguen al fútbol. Es así”.

Se acerca el mediodía y el ruido de protesta de los que están castigados es ensordecedor. “Lo que pasa es que volaron como a cuarenta ‘gorras’ y los que todavía quedan de la guardia vieja, están como locos. Inventan cosas, hacen requisas y te meten en cana sin haber hecho nada. Además siempre está eso de que la gente por ahí dice: ‘el pabellón tal es re peligroso’ o los mismos pibes que caen acá vienen con esa idea, y resulta que acá somos todos seres humanos. Y si para el sistema nosotros no tenemos conducta, habrá que ver que entiende el sistema por conducta”.

Igual queda tiempo para hablar del Mundial y de cómo vivieron los partidos por televisión. “Argentina jugó bien, pero en el último partido Pekerman la pifió, le erró con los cambios. Lo sacó a Riquelme que era el único que la podía tener y lo puso a Cruz que no había jugado nunca y es un muerto. Y encima no lo puso a Messi…”. Igualito a como lo vimos afuera. “Los partidos los vemos en el pabellón, por suerte nos dejan. Y está bueno porque se arma como una tribuna y se gritan los goles pero siempre con respeto, para no generar quilombos. Sobre todo cuando juegan Central y Newell’s, o Colón, que tiene una banda de hinchas acá”.

En el medio de la nota, les pido disculpas por haberles hecho perder el tiempo que dedican a las compus y al armado de la tercera revista y me dicen que en realidad fue tiempo ganado. “Ahora, además, estamos organizando charlas debate con gente de afuera. Ya vino gente de la Universidad de Santa Fe y ahora queremos traer a jugadores de Central y de Newell’s. Ya hablamos con el Flaco Spolli (defensor leproso) que se re enganchó y la idea es ver si viene el Sapito Encina (volante canalla) para de paso, meterles la palabra y que vengan a jugar al fútbol con nosotros”. Ahí se suman todos y se entusiasman. “Eso estaría buenísimo, que vengan equipos de afuera. Aparte como ahora está la cuestión de la apertura, si pedís permiso acá, a la dirección seguro que te lo dan. De última, nosotros jugamos descalzos, por si tienen miedo que los lesionemos (risas). Y también estaría bueno que nos regalen pelotas o camisetas (ya que vamos a pedir) porque las que nos dan acá son corte delantal, le dicen pecheras pero son dos telas pegadas. O que nos lleven un día a la cancha a ver un partido, eso sería increíble”.

Antes de despedirnos les pregunto como están físicamente, por si se da ésto de jugar con un equipo de afuera. “Estamos de fiesta, si todas las mañanas la miramos a la Fulop y a la profe que está con ella y levantamos todos la patita…”.

Los abrazos que nos damos son propios de amigos de toda la vida. El garrón es que mientras uno se va a su casa a tomar un Nesquik calentito o un porrón helado, los pibes vuelven a la tumba (el mejor apelativo que le pudieron poner) y, en la mayoría de los casos, por un largo tiempo más•






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