martes, agosto 22, 2006

 

Angelelli: 30 años de olvido episcopal





Un huella distinta en tierras riojanas

Susana Goyochea, una cercana colaboradora del obispo asesinado, rescata la vigencia de la pastoral que se comprometió y jugó por “la opción junto a los pobres”.

Por Alfredo Montenegro

“Tras la represión sistemática y los intentos de confundir y desorientar, que ahora la gente comprenda y entienda quien es Angelelli es muy importante, más allá de los oportunismo de algunos. Está bien reinstalar el tema del obispo Angelelli, el temor es que todo lo que se vive en estos días se termine pronto, dice Susana Goyochea, una riojana de 60 años que trabajó junto al Pelado, desde que llegó como prelado a La Rioja en 1968.

Al cumplirse 30 años del asesinato del religioso que se había comprometido con su “opción junto a los pobres”, el Episcopado, quien por primera vez recordó al obispo, y los gobiernos nacionales y el riojano, salieron a capitalizar las celebraciones del aniversario. En tanto, el Clarín se arriesgó a titular que había sufrido una “muerte violenta”.

Susana cuenta que “al llegar como obispo a La Rioja, una de las preocupaciones de Angelelli era organizar la catequesis en la diócesis. Yo me iniciaba como docente en una escuela confesional de la ciudad, y fui llamada junto a una compañera, para desarrollar esa tarea”.

“Trabajamos codo a codo –explica– con monseñor por una pastoral orgánica. Desde la catequesis muchas veces actuamos con todos los sectores apuntando al mismo lugar: ponernos de pie, proclamando la justicia y la religiosidad popular, no para resignar, sino para superarnos y construir", dice la mujer. Desde aquella época, la psicoanalista se desempeña con adolescentes en riesgo, en un barrio de la capital riojana. Además, tiene tres familiares desaparecidos (ver aparte).

Sobre los últimos días de Angelelli, Susana indica que "esa etapa fue muy dura”. Alcanza para recordar que el 13 de junio de 1973, al ir a Anillaco para apoyar a una cooperativa de trabajadores viñeteros, fue apedreado por propietarios liderados por Amado, César y Manuel Menem (hermanos y sobrinos de Eduardo y Carlos Menem).

Esas persecuciones, la oposición de la Iglesia conservadora al camino de apertura trazado por el Pelado, y las detenciones y asesinatos de curas, fueron denunciadas por Angelelli al general Luciano Benjamín Menéndez, quien sólo le contestó que “debía cuidarse”.

“Por eso, el 4 de agosto de 1976, supimos desde el primer momento que había sido asesinado", afirma Susana. “Siempre, quienes trabajamos con monseñor fuimos hostigados, pero tras su asesinato fue mayor la persecución y dificultades que padecimos. En mi familia tenemos tres desaparecidos", agrega.

Sobre el nuevo escenario impuesto en La Rioja con la dictadura militar, remarca que "había en la Iglesia y en sectores de la sociedad conservadora una extrema prudencia y el afán de borrar todo la apertura que se había logrado. La provincia fue muy castigada y se vivía con miedo".

“Siempre nos reconocimos como el grupo que desde hace dos décadas intentamos mantener la memoria del obispo. Hemos caminado junto a grupos cristianos, barriales y todos los empeñados en una La Rioja diferente a la sujeta al poder político, pero cuesta levantar la voz", admite. Y, remarca: “Las consecuencias del gobierno menemista lo sufrimos todos".

Nunca Más. La investigación del Nunca Más indica que el 4 de agosto Angelelli “acababa de dejar Chamical, donde había celebrado una misa y pronunciado una homilía en la que denunciaba los asesinatos de los dos sacerdotes, cuando manejaba una camioneta en la ruta nacional 38, unos seis kilómetros de Punta de los Llanos. El padre Arturo Pinto que lo acompañaba recuerda que apenas dejaron Chamical comenzó a seguirlos un automóvil. El obispo aceleró, pero entonces apareció otro coche y a la altura de Punta de los Llanos los encerraron hasta hacer volcar la camioneta", El cuerpo del Pelado "quedó tirado en el suelo durante seis horas, la camioneta desapareció y la única lesión que presentaba el cadáver del obispo fue la nuca destrozada, tal como si lo hubiesen molido a golpes".

Los obispos Jaime de Nevares, Jorge Novak y Miguel Hesayne, junto con Adolfo Pérez Esquivel y Emilio Mignone, durante la dictadura presentaron la denuncia por el asesinato de Angelelli, que la justicia riojana dio por probado en de junio de 1986. El juez Aldo Morales había sentenciado entonces que “fue homicidio fríamente premeditado” y no un accidente de tránsito. El magistrado atribuyó la autoría material del crimen al capitán José Carlos González, alias “Monseñor”, al suboficial Luis Manzanelli (ambos torturadores del campo de concentración La Perla, de Córdoba) y al sargento Ramón Oscar Otero. Cuando el juez consultó a monseñor Primatesta sobre si tenía datos vinculados a la muerte de Angelelli, el cardenal respondió negativamente.

La Corte Suprema de la Nación trasladó el proceso de esos militares a la Cámara Federal cordobesa, donde se estimó imposible probar que el accidente habías sido provocado. La ley de Punto Final cobijó a los acusados. Pero, tras derogarse esas normas, en noviembre de 2005 se reabrió la causa con la carátula de homicidio, en la que el general Menéndez, está imputado como responsable del hecho.

El último 4 de agosto, casualmente, en el marco de la causa judicial, fueron indagados un forense y dos ex curas colaboradores del Pelado. Días después, también declararon un camillero y otro cura. Todos, menos el forense, ratificaron el convencimiento de que se trató de un crimen.

Ahora, mientras el Episcopado, tras 30 años de silencio, analiza el constituirse en querellante de la causa, el 4 de agosto el cardenal Jorge Bergoglio y una veintena de obispos oficiaron una misa en la catedral riojana en homenaje al Pelado. Afuera, en la plaza San Martín estaban los de siempre, ese gente que no se aceptó el olvido y las persecuciones y sigue la pelea del Angelelli•

Adela, Luis y Nelly

Para Susana Goyochea, la memoria de Angelelli, tiene un profundo significado. Desde el pasado 4 de agosto, al 1275 de la riojana calle San Nicolás de Bari, las veredas de su casa paternal rescatan en las baldosas el compromiso con los sueños colectivos de tres desaparecidos: dos hermanos y su nuera. Sus familiares y amigos participaron del acto en el que también recordaron a los treinta mil desaparecidos durante el terrorismo de Estado, junto a las Madres de Plaza de Mayo, Familiares de Detenidos, las Madres del Dolor y varios ex presos políticos.

“Mi hermana Adela era maestra rural y estudiaba Trabajo Social y se mudó a Buenos Aires, donde militaba y fue asesinada cuando tenía 26 años, el 20 de julio de 1976. Nunca recuperamos sus restos”, dice Susana a el eslabón. Su otro hermano: Luis, estudió en Córdoba, donde conoció a Angelelli, con quien trabajó. Cuando el obispo fue a La Rioja, “se casó con Nelly, se quedaron en esa ciudad. Ambos –cuando tenían 25- fueron secuestrados el 15 de agosto de 1977 y llevados al centro clandestino La Perla. Los últimos testimonios sobre el destino de la pareja indican que fueron trasladados de ese centro en noviembre de ese año”, relata.






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